04 de Febrero de 2015
Se cumplen 23 años del atentado contra la democracia venezolana. Ese 4 F de 1992, un grupo de felones ¿encabezados? por Hugo Chávez intentó tomar el poder –previo asesinato de Carlos Andrés Pérez-, acciones que fueron vistas con beneplácito por algunos políticos, unos, cuya ambición por el poder no pudieron nunca esconder y no les importó que estaba en juego –no el gobierno de CAP-, sino la democracia que tantos sacrificios y vidas humanas había costado a los venezolanos. Otros, un grupo de empresarios que vieron en los felones la oportunidad de incrementar su poder explotador y expoliador, sin considerar la sangre que en las acciones pudiera derramarse. Asimismo, algunos personeros que cobijados por algunos medios sacaban a relucir sus resentimientos y sus rencores por derrotas que sufrieran en el pasado a manos de las huestes de la democracia.
En las conspiraciones que venían desarrollándose y que culminaron parcialmente el 4 F de 1992, también se adhirieron algunos de los fracasados guerrilleros de los sesenta, que para entonces aún mantenían las utopías provenientes de los países encapsulados por la llamada Cortina de Hierro y que Hugo Chávez supo administrarlas muy bien en el intento de lograr su verdadero proyecto personal: perpetuarse en el poder.
Hoy, a 23 años de aquellos días, Venezuela padece la mayor crisis social, económica, moral y política de su historia. En las calles de ciudades y pueblos venezolanos se observan largas colas de personas buscando alimentos y medicinas. Algo nunca visto en la historia reciente de Venezuela. El empobrecimiento de la población se siente y se ve en cada rincón de Venezuela, solo los chavoburgueses militares y civiles disfrutan de las mieles de la chavocorrupción, mientras que los trabajadores y los estratos sociales medios soportan estoicamente el peso de la escasez, la alta inflación, el desabastecimiento y la inseguridad ciudadana.
Maduro al frente del gobierno chavocorrupto que heredó luce descolocado ante la realidad, no tiene un plan concreto y factible para salir de la crisis. Ya no hablan del plan de la patria, los recursos que disponen los utilizan u orientan hacia los estratos sociales bajos para evitar un estallido social. ¿Hasta cuándo puede durar esta situación? Ahora invaden los depósitos de cadenas de alimentos so pretexto de verificar si hay acaparamiento y así confiscar la mercancía. El sector civil del gobierno luce abrumado por los militares quienes desde las gobernaciones y los niveles altos y medios de la administración pública parecen mover los hilos de la acción gubernamental. El predominio del sector militar es de tal magnitud que desde el Ministerio de la Defensa legislan y emiten resoluciones que intentan normar lo relativo al derecho a las protestas públicas, tal como lo preceptúa el artículo 68 de la CRBV. Una situación delicada porque se hace explícito el uso de “armas potencialmente mortales” en las manifestaciones públicas. ¿Licencia para matar? Algo grotesco, intimidatorio y amenazador contra el derecho que tenemos los venezolanos de manifestar pacíficamente en las calles y avenidas de Venezuela.
Los cuarenta años de democracia en Venezuela –con todos los errores que pudieron cometerse- han dejado en el venezolano la impronta indeleble de la libertad verdadera, no de la libertad engañosa que pregonaba Chávez y su adláteres, para atornillarse en el poder y así satisfacer su megalomanía. El fracaso de la llamada revolución chavista le ha costado mucho a Venezuela y es nuestro deber utilizar TODOS los espacios y tiempos para que el país regrese a la senda del progreso, prosperidad y paz.
Carlos Solórzano Ovalles
03 de febrero de 2015